Poema que envío Antonio Colinas a la página web de Tabuyo del Monte (http://www.tabuyodelmonte.tk/) el día del incendio:
Antonio Colinas
Caballos y molinos en el pinar
(Tabuyo)
I
Escucho el corazón del pinar que gotea
sonámbulo en su espacio de silencio y
aroma.
De su profundidad espero una llamada
o algún ser fabuloso que conmueva la
tarde,
pero de él sólo brotan los caballos
oscuros
que van buscando el caz claro de los
molinos.
Cruje el casco en la arena y el bosque
crea ecos
de relinchos celosos, y una luz muy
madura
se posa en cada lomo, en los ojos
mortales.
Muerte, muerte a la mente que razona y
ansía,
puesto que el mundo habla con el
lenguaje fiel
de la materia y de las sensaciones
plenas.
Muerte a la voz y que arda la pupila,
feliz
por la presencia maga de los nuevos
misterios.
Contemplar un paisaje de vestigios
antiguos
que ocultan los zarzales, la montaña
secreta;
ascender al poblado en que el hombre no
existe
y mirar en lo alto tanta luz planetaria,
la ceniza y la nieve, los caballos que
abren,
con sus cabezas nobles, en el pinar, la
niebla
que sube de los prados, una vida
absoluta.
II
Acaso sólo tú, que como el Tiempo eres
nueva, inocente, sepas de esas fuerzas
que brotan
del monte, de la vida natural que aún
nos donan.
Ves salir del pinar los caballos
nerviosos
y en ellos ves el mundo primitivo,
impensado:
la madera, la carne, el agua y las
piedras,
tal como son, materia y signo del Gran
Todo.
Signo de algo total que nunca te han
nombrado.
Signo real (no un sueño, pues soñar aún
no sabes),
imágenes hermosas en un espejo roto
que nadie, hasta ahora, ha logrado
reunir
con armonía tal que apacigüe al humano.
Ves la Vida, su fuerza animal y secreta,
con incontaminado y gozoso estupor.
Y es ese gozo, Clara, el que le da un
sentido
a quienes ya probamos una vida distinta,
a quienes con la edad miramos asustados
la otra cara astillada de un espejo
desierto.
III
En invierno la helada caerá sobre la
sangre
y la nieve en los lagos negros de
vuestros ojos,
y el pinar no tendrá ese fuego de ahora
que incendia envolviendo en cenizas la
tierra.
El hielo en el invierno inmovilizará
la rueda del molino, el flujo de la
fuente
y acaso ya no estéis en el umbral del
bosque
sacudiendo las ramas con vuestros belfos
rojos.
El invierno está hecho de sueños
enterrados,
de fragores ocultos y de crepitaciones
que no pueden vencer el frío de la
tierra.
Mas hoy, lejos aún de ese tiempo
cerrado,
hemos visto llamear las grupas
relucientes
perladas de resina, las frentes
salpicadas
de polen ardoroso, la vida entre los
troncos;
aunque, como el invierno, ahora esté la
Historia
(las ruinas del poblado minero y sus mil
muertos,
la lección de otros tiempos que vinimos
a hallar),
sepultada en la tierra, negada por el
júbilo
polvoriento, metálico, de todos vuestros
cascos
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